Hace catorce días, tenía los planes más juergueros del planeta. Chicos, chicas. Planeábamos beber hasta decir basta, celebrar los dos meses que no nos habíamos visto.
Hace catorce días, pensaba en la universidad. En ponerle ganas a mi carrera. En ya no cambiarme a otra. En hacer todos los planes de ayuda que diseñé.
Hace catorce días, pensaba ir en semana santa de viaje. Con mi mejor amigo. Con mi papá. Pensaba que era momento de escaparnos en familia. De hacernos todos cómplices del viaje más fantástico y tener la semana más loca de nuestras vidas.
Hace catorce días, no pensaba dirigirle la palabra a mi ex. Tenía claro que era mujeriego. Estaba cansada de siempre saber de otras mujeres. Tenía ganas de no saber más ni de él ni de su mierda.
Hace catorce días, mi nextel comenzó a vibrar. Una y otra vez. Con llamadas de gente desconocida. Saludos. Fuerza. Esperanza.
Hace catorce días, mis amigas asaltan mi tiempo. Sin preguntarme. Aparecen ahí. Sentadas. Mirándome de lejos. Sonriéndome de cerca. Riéndose entre ellas. Extrañando a mi papá.
Hace catorce días, no pensé tener contacto con gente con la que no hablaba hace millones de años. No pensaba hablar con aquel que me culpaba de su sus culpas, de sus fracasos sentimentales. Aquel que desapareció por completo, odiándome un poco, dejándome ser feliz.
Hace catorce días, mi vida era relativamente normal. Pero yo la sentía aburrida. Estaba harta. De la rutina. De las mismas cosas. Quería algo nuevo. Algo que me haga cambiar. Algo que haga cambiar la forma de vida que llevaba.
Hace catorce días, no tomaba desayuno. No almorzaba a mis horas. Sufría de insomnio.
Hace catorce días no era consciente de la vida preciosa que llevaba. Cegada por problemas estúpidos. Cosas sin importancias. Inexistentes. Transparentes.
Hace catorce días, no me interesaba saber sobre el cáncer. Sobre terapias. Sobre enfermedades. Sobre infecciones.
Hace catorce días, no cumplía mis promesas. Ni a Dios, ni a la gente. Me había vuelto descuidada, mentirosa. Se me había pegado malas costumbres. Nuevas astucias. Había cambiado.
Hace catorce días, me cambio la vida. Deje de tener planes, para unirme al plan que Dios creó para mí. Sin poder decir nada. Despacio. Sin hacer bulla. Sin quejarme. Solo confiando.
Deje de pensar en viajes cercanos. Comencé a hablar con mi ex, mirándolo milagrosamente como amigo, como un verdadero amigo. Dándome cuenta que a pesar que una persona pueda llegar a ser realmente mala como flaco, como pata puede ser una verdadera bendición.
También comencé a contar con gente inimaginable. A recibir esas llamadas cortitas, de nextel prepago, todos los días por las noches. Comencé a sentirme viva. Comencé a cambiar mis rutinas. Desayuno temprano, almuerzo a la 1 y sueño a las 10. De pronto, me vi involucrada averiguando sobre milagros. Sobre el cáncer. Sobre Dios. Me vi todos los días, en la mañana o en la tarde, pasando los minutos más tranquilos días en la capellana del hospital. Me vi llorando despacito, en silencio. Me vi siendo valiente, delante de todos. Contando chistes. Maldiciendo en voz alta. Maldiciendo en voz baja. Derrumbándome por instantes. Extrañándolo. Espiándolo de lejos. Preocupándome por su respiración. Por los latidos del corazón. Por las maquinas a las que él estaba conectado. Esperando que ya no esté sedado. Que abra sus ojos. Que me mire.
De pronto tenía amigas técnicas. Enfermeras. Guardias de seguridad.
Pasaba todo el día caminando en el hospital. Dando vueltas. Llorando de vez en cuando. Sonriendo. Dando fuerza.
En las noches, regresaba a casa. A veces triste, a veces alegre. No imaginaba mi vida sin mi mejor amigo. Quería que regrese a casa. Que se recupere. Que estemos juntos.
Me culpaba por los malos ratos. Por el tiempo desperdiciado. Solo quería que todo pase.
Hace catorce días, he pasado los momentos mas difíciles. Más jodidos. Más tristes. Con el, sin el, sin ellas, sin nadie. Tragándome penas. Contando milagros. Sintiendo milagros. Teniendo más fe que nunca. Rezando.
Hace catorce días se que no serán solo catorce. Será toda la vida. Me cambio la vida para siempre y los días solo van a formar parte de un “etc”.
Hace catorce días, siento que el siempre será el mejor de los amigos. Y estoy segura que él sabe, desde hace más de catorce días, que yo estaré ahí, vigilando cada movimiento. Sin dejarlo.