jueves, febrero 24

Mañana,será.

Hoy mientras caminaba del metro a casa, miraba a todas las personas pasar. Muy curiosa, desde el cabello hasta la puntita del zapato. Muy de prisa, porque aquí todos andan con prisa. Unos altos, colores diferentes, zapatos bonitos y feos, abrigos, lentes, etc. Y yo caminaba en medio de todos ellos, escuchando música y pensando. Caminaba lento, muy lento. Mi hermana resulto en casa mucho mas antes que yo. Pero no se si pasa pero tuve un momento raro, un poco filosófico y decidí detenerme un rato en una banca que estaba cerca a un parque.

Miraba a parejas pelear, animales hacer pufi, a niños corriendo, a chicos fumando hierba, a señoras cotillando… y yo estaba ahí, sentada en medio de todo pero no era nada. Solo buscaba un respiro, un momento distinto a los que tengo todos los días. Buscaba un momento frio en donde yo pudiera estar a salvo de todo. A salvo de todo y de todos. Y tuve miedo pensar que estando con personas extrañas y desconocidas haciendo nada era el lugar donde en ese momento me sentía mas tranquila, más serena, más viva.

Y de pronto entendí que todos, en algún momento, nos sentimos cargados. Si, cargados de cosas, de momentos, de sentimientos. Lindos, malos o quizá muy buenos. Pero en las etapas que vamos teniendo, vamos acumulando y cuando suelen ser negativos, suelen apretarte el pecho y te sientes en peligro. Y es ahí cuando buscas estar a salvo, en cualquier lugar del mundo. Sin importarte si el te da la espalda. Sonriendo de la nada. Levantándote despacio y sin miedo. Con hambre. Con ganas de bailar. Con ganas, de ya no fingir más.

Y comencé caminar un poco mas rápido y escuche aquella canción que tanto me gusta a todo volumen. Pero me detuve, de nuevo, y me di cuenta que ya era tarde para tener prisa. Por mas momentos lindos en el día que pudiera tener luego al cabo de algunas horas, algunos días, todo iba resultar igual. Estaba atrapada y necesitaba que algo, por el momento, me salve… como a todos en algún instante.

martes, febrero 8

El primer amor no siempre es amor.

1. Estaba en secundaria. Conocí a un chico. Me gustó de impacto. Era alto y tenía ojos verdes. Su forma de ser era graciosa. Súper caballero. Sutil al decir las cosas. A mis 14 años me parecía el chico perfecto.
Pasábamos mucho tiempo conversando por Messenger. Nuestras citas nunca fueron citas. Siempre acompañados. Siempre sus amigos. Siempre las mías. Teníamos escenas de celos camufladas. Indirectas delicadas. Miradas no tan escondidas.
Era verano. Teníamos solo dos meses de amigos. Me pidió para estar juntos. Me dijo que quería que sea su enamorada. Acepté. Pasamos un poco menos de tres años juntos. Pensé haberme enamorado. Pensé que la ruptura no la iba superar. Pensé no volver a ser “feliz” con alguien.

2. Un chico pequeño. Amigo de mi ex. Me gustó desde siempre. Desde que me lo presentaron. Su rostro quedo marcado en mi mente. En mis ojos. Nunca pudo ser mi chico, ni yo su chica. Siempre las miradas tensionadas. A escondidas. A la luz de todos. Siempre fingiendo que no pasaba nada. Siempre intentando ser solamente amigos.
Las llamadas por teléfono en las madrugadas. En mi cabeza su número de memoria. Los mensajes por celular. Las salidas a escondidas. No podían vernos. Nunca dejaría de ser nocivo. Pese a que ya no tenía una relación con su amigo. No estaba bien. Sin embargo, esas cosas que no se pueden evitar muchas veces no son cosas. Son personas. Para mi era el. Y a él no lo podía evitar.
Estaba contenta así. Entendiendo que existían pecados que se comparten y yo, quería tanto compartirlo con el. Solamente con el.
Tuvimos un amor un poco atípico. Pensé no haberme enamorado. Pensé que era solo pasajero. Pensé que pronto acabaría. Que dejaríamos de hablar. Pensé que me atraía saber que era algo de novela. Una historia camuflada. Eso creía.

3. Tres años después. Me invitaron a una reunión. Me encontré con mi ex. El chico de ojos verdes. No podía creerlo. Nunca me lo había topado. Nunca tan cerca. Nunca deje de pensar en como hubiera sido. Lo tenía en frente. Hablándome de rato en rato. De vez en mes. Un poco nervioso. Y yo, también.
Bebimos. Jugamos todos a las preguntas. Comenzaron los ataques. Las indirectas. Los reclamos.
Me separé de todos. Quería respirar un poco. Se acercó. Me tomó de la mano. Nos sentamos y comenzamos hablar. Recordamos lo que fuimos hace mucho. Cuando el decidió apartarse. Cuando no regresó más. Pero curiosamente ahora él estaba ahí. Intentando hablarme. Pero no había nada. Ya estábamos vacíos. Ya todo había acabado. No dejé que me abrace. No deje que se acerque. Sin sospechas mas claras, deduje que ya no me atraía. Ya no lo quería. Ya no sería lo mismo nunca jamás. No era amor. Nunca había sido amor. No estaba nerviosa. No quería entender nada. Solamente quería, en ese momento, hacer una llamada.

4. El chico bajo. El que siempre aparecía con sus llamadas a escondidas y sus saludos camuflados.  Del que nunca podía dejar de hablar.  El que siempre evitaba pero terminaba encontrando. Todos los años. En algún momento de mi vida. Con un beso. Con una caminada de mano. Duraba solamente unos días. Y luego pasaban meses, y meses. Pero siempre, cada cierto tiempo, mi mente y mucho de mi tenían que saber de él. No podía dejar de intentarlo. Lo extrañaba. Lo necesitaba. Más de lo esperado. Guardaba mis mejores momentos para una ocasión que pocas veces llegaba.
El siempre con sus enamoradas. Con sus historias fugitivas. Clandestinas. Repitiendo nuestra historia con cualquiera. Pero yo lo quería. Yo soportaba.
Después de cinco años, descubrí que me había enamorado. Me enamoré de alguien con quien no tuve más de tres meses de relación. De alguien que fue mi amigo. Mi escondite.  De alguien que se llevó  mis mejores miradas. Mis secretos. Él era mi secreto. Mi primer amor. El que no se olvida.