Hoy mientras caminaba del metro a casa, miraba a todas las personas pasar. Muy curiosa, desde el cabello hasta la puntita del zapato. Muy de prisa, porque aquí todos andan con prisa. Unos altos, colores diferentes, zapatos bonitos y feos, abrigos, lentes, etc. Y yo caminaba en medio de todos ellos, escuchando música y pensando. Caminaba lento, muy lento. Mi hermana resulto en casa mucho mas antes que yo. Pero no se si pasa pero tuve un momento raro, un poco filosófico y decidí detenerme un rato en una banca que estaba cerca a un parque.
Miraba a parejas pelear, animales hacer pufi, a niños corriendo, a chicos fumando hierba, a señoras cotillando… y yo estaba ahí, sentada en medio de todo pero no era nada. Solo buscaba un respiro, un momento distinto a los que tengo todos los días. Buscaba un momento frio en donde yo pudiera estar a salvo de todo. A salvo de todo y de todos. Y tuve miedo pensar que estando con personas extrañas y desconocidas haciendo nada era el lugar donde en ese momento me sentía mas tranquila, más serena, más viva.
Y de pronto entendí que todos, en algún momento, nos sentimos cargados. Si, cargados de cosas, de momentos, de sentimientos. Lindos, malos o quizá muy buenos. Pero en las etapas que vamos teniendo, vamos acumulando y cuando suelen ser negativos, suelen apretarte el pecho y te sientes en peligro. Y es ahí cuando buscas estar a salvo, en cualquier lugar del mundo. Sin importarte si el te da la espalda. Sonriendo de la nada. Levantándote despacio y sin miedo. Con hambre. Con ganas de bailar. Con ganas, de ya no fingir más.
Y comencé caminar un poco mas rápido y escuche aquella canción que tanto me gusta a todo volumen. Pero me detuve, de nuevo, y me di cuenta que ya era tarde para tener prisa. Por mas momentos lindos en el día que pudiera tener luego al cabo de algunas horas, algunos días, todo iba resultar igual. Estaba atrapada y necesitaba que algo, por el momento, me salve… como a todos en algún instante.