martes, marzo 8

Doble moral.


8 de Marzo. Facebook está lleno de publicaciones alentadoras sobre  la mujer. Publicaciones que alagan increíblemente las cualidades innegables que poseemos por naturaleza. Existen, también, mensajes de unos a otros. De mujeres a mujeres; diciéndose lo lindas personas que son, entre otras cosas.

Pero ahí, dentro de tanta cursilería comprendida, están los mensajes de los esposos, enamorados, convivientes, papás. Claro. Alguno de esos mensajes con doble moral, no podían faltar.

“Eres la mujeres más hermosa, única en mi vida” le escribe el pendejo, dejándose llevar por el éxtasis del día.  “Mi hija, feliz día” escribe otro ser humano varonil que sabe que a esa hija no la deja asomarse a la calle tranquilamente ni salir a fiestas como  a sus hermanos. “Feliz día mejor amiga” escribe ese enamorado que cela constantemente a su flaca, haciendo que la mayoría de momentos en su vida sean un bochorno. “Gracias por existir”, escribe otro incrédulo del amor quien golpea a su mujer o la vota hasta de su casa.

Señores, me indigno. Leo mensajes de felicitaciones hacia mujeres y conozco de cerca la triste historia que puede vivir. Una publicación con palabras vacías, con cero hechos y con malas caras constantes. Eso se dejan regalar muchas mujeres, quienes se olvidan por un momento el calvario y tienen como trofeo de guerra ese lindo post que le recordará que por un minuto ese ser humano pudo decir algo agradable.

Yo celebro este día agradeciéndoles a mis padres. Sobre todo,  a  papá. Quien desde que tengo noción de realidad me enseñó que el ser humano tiene los mismos derecho sin importar cualquier condición de sexo. Me enseño a tener mi dinero propio y así poder pagarme una salida cine, alguna cena o comprarme lo que realmente quería sin esperar que alguien me lo regale.  Me enseño a que tenía que estudiar, ser profesional y tenía como obligación básica de la vida: aprender a manejar. También me dijo que estaba bien si no me gustaba la cocina, no por ser mujer tenía que estar destinada a cocinar siempre. Sin embargo alentaba a que aprenda algunas cosas básicas para algún día no morir de hambre. En mi casa, no había etiquetas. No señores.

Papá también me enseño que él podía prepararme un vaso de leche, una gelatina, podía llevarme al colegio, asistir alguna actuación, recoger mi libreta de notas, esperarme fuera de algún quinceañero. Él  no tenía complejos. Pero también, como a mí, le gustaba que lo engrían. Le gustaba que cuando me naciera le prepare un desayuno rico y lo sorprenda. Que arregle mi cuarto y ordene mis cosas.

Se que los complejos de “por ser mujer” en mi vida están fuera y en la de mi hija también. Por que en casa, todos ayudamos. Todos somos un equipo y a veces uno y a veces otro. Es verdad que por naturaleza el hombre posee alguna otra cualidad que nosotras. Puede que tenga ventaja en algunas cosas. Pero nosotras, en otra. Así que todo es a la par. Pero todo eso, lo aprendí en casa. Me lo hicieron saber, sentir y querer en casa.
Así que, no sean doble moral, por favor.

Ustedes, hombres que aún no se han sensibilizado con lo lindo de una mujer. No sean doble moral. No escriban palabras vacías que no calan. No ocupen redes sociales con mensajes hipócritas que a los minutos no van a significar nada. En vez de eso, trabajen. Trabajen en su trato diario con sus madres, hermanas, esposa, hijas. Trabajen para saber lo dócil y a la vez fuerte que pueden llegar a ser. Dejen el trato machista asqueroso que hace apestar a cualquier ser humano.


Y cuidado, que todas, en el fondo tenemos una garra impresionante que cuando terminan por hartarnos solo sabemos mandar todo a la mierda.