sábado, enero 28

Los diez puntos actuales.




1.   Cuando me enteré que iba ser mamá, más que pensar en todas las cosas que cambiarían pensé en la oportunidad que la vida y Dios me estaban dando de poder ser feliz a pesar de perder a mi mejor amigo.
Pensé en Madia, que aun estaba dentro. Pensé en que ella era la valiente y valía la pena dejarla vivir, porque el mundo esta diseñado para personas como ellas y yo sé que mi hija va ser de mil formas grande.

2.    Cuando mi chico y yo hablamos sobre la estabilidad emocional que debíamos tener para poder ser papas, tomamos la decisión de aún no casarnos. Yo sentía que lo amaba intensamente y que en el momento que me enteré que sería mamá me enamore de el por segunda vez. Yo se que a él le paso lo mismo. El entendió que no teníamos tiempo para equivocarnos y dejó e hacerlo. Aprendió a ser un mejor chico y siguió siendo mi chico, el único al que yo quería tener.
Sin embargo eso no era suficiente. No queríamos así. Con condiciones. Con motivos de por medio. Queríamos que sea espontaneo. Que él me lo pida, o yo quizá, un día cualquiera. Comiendo pescado. Comiendo hamburguesa. Queremos, en verdad, que sea el día en que uno se sienta listo y preparado. No queriamos pasar tiempo juntos, queríamos pasarla bien juntos.

3.     Cuando planifiqué el día en que quería que Madia nazca, pensé en el número que más me gusta cerca a las fechas que el ginecólogo me dijo. Pensé en el 22 de Setiembre.
Madia no estuvo de acuerdo. Ella había luchado tanto por vivir y sostenerse que todo el merito se lo debía llevar solita. Así que decidió nacer el 18 de Setiembre. Día domingo en el que su papá estaba en Lima. En el que yo miraba una película cuando sentí los primeros dolores. Día en que a las 10.40 de la mañana la vi por primera vez descubriendo que ya tenía una nueva familia.

4.     Cuando decidimos quedarnos las dos primeras noches en la clínica fueron divertidas y en verdad una locura. Llamábamos todo el tiempo a la enfermera. No dejamos que Madia llore por nada. Yo dormía plácidamente porque estaba aun con dolores de la operación. Madia y su papá se conocieron de forma extraordinaria. El la paseo dos noches seguidas y yo estoy segura que ella, ahora con cuatro meses, se acuerda de eso y le agradece con risas exageradas cada vez que la besa.

5.    Cuando miraba a Madia por las noches dormir, se me rompía el corazón al saber que mi papá no pudo conocerla. Sé que la hubiese querido inmensamente, más que a mí. La miraba y lloraba extrañandolo todos los días. Aprendía a vivir sin el ser que más quería y que voy a querer para toda la vida. Mi mejor amigo, mi callejero, mi frentón, nunca dejará de ser difícil pero nunca voy a decepcionarlo. Siempre voy a actuar pensando en cómo él me diría que actué. El sabe que lo quiero con todo el corazón aunque aun no sea capaz de mirar sus fotos ni de arreglar su ropa, por pena, por una puta pena. El sabe que yo no soy de llorar en público, y pocas veces en  privado. El sabe que soy de esas personas que sabemos ponernos fuertes cuando muchos nos miran. El sabe que soy como él y que nunca voy a dejar de serlo porque es la única manera que voy a seguir sintiendo que él sigue conmigo. El gastó 20 años en formar lo que ahora soy y por eso tengo que hacerlo bien.

6.     Cuando Madia tuvo dos meses y sonrió por primera vez, entendí porque quizá Dios había hecho las cosas así. Entendí por primera vez que su mensaje fue generoso.
Entendí que el hecho que Madia llegará cuando perdí a mi papá, fue para sentir lo que mi papá desde lejos está sintiendo. Para, como mamá, saber lo que un padre haría por un hijo aunque físicamente no este. Así que si yo estuviera en su lugar, buscaría la forma de cuidar a Madia desde donde este. Me las ingeniaría. Sé que volvería a estar con ella, como se que el vuelve a estar conmigo, aunque no lo vea.

7.     Cuando mi chico y yo decidimos vivir juntos nos pareció divertida la idea. Dos meses nos volvimos buena pareja y buenos amigos.
El ha cambiado. El es un papá y una pareja espectacular. El hace todo lo que está a su alcance y en verdad estoy muy orgullosa de saber que ese chico es mi chico, el único que yo siempre voy  a querer para mi.

8.     Cuando pienso en todo el sacrificio que una mamá hace, me siento orgullosa de la mía. Mi mamá es un ser luchador al que curiosamente todo le suele salir bien. Una mujer divertida, joven que me ha enseñado ser mamá a los veinte años. Una mujer a la que no tengo nada que reprocharle, porque ahora que soy mamá, entendí que todas tenemos que hacer en algún momento un sacrificio, y que eso más recompensa. La amo y se que mi papá la eligió a ella por algo. Porque el hombre, indirectamente siempre elige. Y mi papá supo elegirla porque sabía que ella era perfecta.

9.     Cuando  pienso en todas las cosas que pasé con Madia en cuatro meses como las malas noches, los cambios de pañal en las madrugadas, los días sin sueño, los remplazos de maquillaje por sus cosas, el dejar de buscar ropa para uno y dedicarse toda la tarde en encontrar algo para ella, las canciones, los bailes, música clásica, llantos desenfrenados, pocos malestares, el dolor inmenso en el pezón, los senos, mi herida de la cesárea, los videos de doky, los cubre camas orinados, su primera sonrisa a los dos meses, sus caricias por las noches, su forma de dormir pegadita a mi, su respiro profundo, sus atoradas que me causaban un mini paro cardiaco, su risa descontrolada a los 4, sus manoteos, su psicina, sus juguetes, su coche… y podría seguir sin parar, resumiendo en que Madia ahora en verdad es mi vida. Yo vivo para ella y no solo porque ella me necesite si no porque yo con tan solo mirarla me doy cuenta que se lo merece, porque es una bebe valiente, con carácter, que sabe quedarse en silencio cuando estoy triste. Sabe hacer bulla cuando estoy alegre. Sabe decir mamá y sobre todo, sabe sonreírme por las noches cuando le digo hasta mañana, siendo la misma sonrisa la que me suelta cuando se levanta.

10.  Cuando pienso en mi hija, siento unas ganas inmensas de llorar porque nunca voy acabar de agradecerle el hecho que haya llegado a mi vida para hacerme tan feliz. Es una miniatura de 64 centímetros, con 7 kilos 200 gramos, pero esa miniatura puede desenfrenar emociones gigantes con tan solo mirarnos a su papá y a mí.

Madia me ha cambiado la vida. Madia es un ángel y cuando pienso en ella, realmente soy jodidamente feliz.