miércoles, diciembre 5

Cara de ángel.


7 de Abril. Mi mente codifica la imagen de mi cuerpo apurándose por llegar temprano a la hora de visita. Cogiendo lo primero que estaba cerca. El peinado típico cola de caballo. Los papelitos para anotar el nombre de nuevos doctores. El esquema del diagnostico médico.
Después, yo en un taxi. Resumiendo todas las cosas que tenía que contarle a mi papá. Solo eran 10 minutos de visita. Él estaba en cuidados intensivos. Las personas eran muy ordenas y serias. Se corre el rumor, que la zona estaba hecha para pacientes graves.
Nunca sentí que mi cuerpo se desvanecía tanto como cuando esperando que me llamen como familiar para poder entrar a ver a mi papá, no lo hicieron. Mis ojos querían explotar. Mi cuerpo temblaba y no sabía si acercarme al señor vigilante. Mi tía estaba conmigo, ella lo hizo. Nos dijeron que habían dado orden que esperemos abajo. Y así fue. Esperamos 20 minutos. Ya había terminado la hora de visita. Ya salían los familiares de los otros pacientes. Con una pena punzante me acercaba a algunos y les preguntaba si había algún movimiento fuera de normal en el ambiente y me decían que no, que todo estaba tranquilo.
A los 10 minutos nos llamaron y nos pidieron que ingresáramos. Cada escalera fue subida en tiempo record. En cada escalera dejaba cada latido acelerado. El aire en el pecho. Nunca me sentí tan nerviosa. Temía lo peor.
Y no solo lo temí. Lo fue. La doctora de un modo peculiar nos explico que mi papá había hecho paro cardiaco pero que se había repuesto. Nos sugirió que entremos hablarle pero que tengamos la idea que era muy posible que no sobreviva. Definidamente para mi todo era una película de terror. Quería desaparecer. No quería ingresar. Tenía miedo que sea la última vez. El ultimo beso en la frente. La ultima acariciada de mano.
Pero prometí siempre estar con el, hasta el último. Y así fue. Entré y lo vi. No entendía como de pronto la vida lo había colocado en esa camilla. Como me lo estaba arrancando. Sin saber en aquel entonces que lo ultimo que se pierde al momento de morir es el oído, y el aun respirando, intente hablarle. Pese a mis tembladeras le conté lo que tenía planeado contarle en el día. Le di un beso y le dije que todo estaba bien. Que ya pronto nos iríamos a casa.
Me pidieron que salga y salí para siempre. Mi papá pocos minutos después murió. Lo que sentí en ese momento fue indescriptible. El estado shock. La negación. El dolor en el pecho. En el cuerpo. Sentir tu corazón latiendo cada vez mas rápido y cada ves mas lento.
Al día siguiente tuve que enfrentarme con los pésames. Con la gente en casa. Con los adornos de velorio. Con la música triste. Con los llantos. Con las pastillas para dormir. Con el miedo. Con las velas. Con mi sonrisa fingida.
No puedo llorar en público. Definitivamente mi organismo se ha creado para eso. Siempre mi papá me enseño a intentar ser fuerte y valiente. Desde pequeña. A todas las personas que llegaban a casa les sonreía e intentaba que me hagan acordar algún anécdota con el. Sentía que el llanto me alejaba de mi papá. Que la risa y los momentos aun me hacían sentirlo cerca. Me internalizaba la pena. Lloraba escondida en las habitaciones. En los baños. Rompía cosas en la azotea, sin que nadie se de cuenta.
Pasó el tiempo. Luego llegó mi preciosa Madia. El regalo perfecto. Mi ayuda incondicional. El escape al momento interminable y oscuro.
Siempre he evitado hablar del tema. Contar la historia. Y desde hace mucho llevo evitando acordarme de él porque he descubierto que duele más de lo que uno puede imaginar. Cada segundo de recuerdo, es un dolor abrumante. Que te detiene la respiración. Te tumba.
Conflictos de emociones. Miedos aun insuperados. Noches de llantos desesperados. Tardes en la puerta del cementerio, sin poder ingresar. Días cerca de navidad que me hacen extrañarlo más que nunca. Días que comienzan con el dibujo de su cara en mi mente. Su cara de ángel. La que nunca podré olvidar. La que algún día volveré a encontrar. 

martes, diciembre 4

Julia y el escape.


Julia conoció a Paulo hace algún tiempo. Sin embargo, la química constante y el aparente atractivo físico, los llevo ciegamente un día a darse algunos besos y enredarse con sus manos.
Fueron enamorados. El siempre detallista, contándole nuevas historias, nuevos cuentos. Cantándole al oído verdades fabricadas que se consumían con la realidad. Ella pensó no estar equivocándose. El tenia que ser el chico del sueño. El que había llegado para ilusionarla y porque no, enamorarla.

Julia no era celosa. Durante mucho tiempo de su vida vivió sin experimentar escenas dramáticas de llamadas, llantos desesperados o emails rudos y deprimentes. Ella creía que el amor era parte de la confianza, frase desarticulada pero peculiar que captaba la atención de su cabeza y le hacia creer que eso era todo. Que eso era fácil.

Era feliz. Y fue tan feliz como pudo hasta que de pronto se encontró revisando uno que otro email de Paulo en su cuenta de Hotmail. Se encontró con su sexto sentido. Con la corazonada de que algo no andaba bien.
En la búsqueda de misterios, encontró el nombre de otra chica que llamaba “amor” a su chico. Que comentaba sus fotos en Facebook. Que le escribía en su muro. Y hasta le envía mensajes privados.
Se puso nerviosa. Apagó la computadora. Se tumbó en la cama y lo único que dijo mirando al techo fue mierda.
 
Así comenzó la vida infierno que cargó en su memoria durante mucho tiempo.
De pronto estaba sumergida en llamadas largas y ridículas. En palabras dinámicas. En un miedo constante. En sus ojos, la debilidad. En sus oídos la misma frase. La misma mentira. Las mismas promesas. En su cabeza las ganas de desaparecer. De que él no la encuentre. En sus manos, los nervios. La furia. En alguna parte de su cuerpo, la oportunidad. De quizá, un nuevo comienzo. La esperanza y el engaño automático. Del cambio.

Paulo no cambió. Y si algo de su vida, logro cambiar, fue a ella. Por mujeres. Por otras mujeres que convertían su relación en solo ficción. En un intento de novela frustrada. En tramos largos de llantos y decepciones rutinarias.

Y de pronto llegó el día en que el daba vueltas en su cuarto, apareciendo por su ventana, intentando divisar si ella se acercaba. Estaba tan seguro que ella llegaría. Lo que nunca imagino el chico guapo es que ella estaba enfrente escondida detrás de un árbol, mirando todos sus movimientos. Desviando las llamadas del celular. Apagandolo. Se encontraban ahí ella y sus ganas de marcharse. Ella y la decepción concretizada. La admiración rota. Sabía que pasaría. Era el último día. Ya no sentía nada. Nunca se planteo la decisión definitiva de dejarlo pero sin darse cuenta hace mucho, ya lo había hecho. Ya había escapado. De forma insospechada y seguramente, por siempre.

lunes, septiembre 24

Primer Setiembre


Madia tiene una mirada seria, pero no es seria. Analiza siempre el mundo a su manera. Saca siempre su sensibilidad cuando observa. Es cariñosa con las personas que reconoce. Distante con lo desconocido. No se arriesga si no estamos ahí con ella. 
Rechaza de forma práctica el ruido escandaloso. No le gustan los parlantes chillosos. Prefiere un ambiente con música moderada, suave. Su canción favorita es una de reggae “armonía de amor”. No tolera los payasos. Odia que la besen en exceso. Los cariños intensos o constantes. Que la hagan esperar cuando se trata de darle un biberón con leche. Come de todo pero odia el camote. Su rechazo es tajante. Ama las frutas, sobre todo el plátano y el jugo de granadilla. El momento de ducharse, es el mejor para ella. Se siente feliz. Juega con todo lo que puede en la tina. Es su momento. El segundo más divertido. El primero es pasear en auto y cogerle el brazo a su papá mientras conduce.

Odia ir al pediatra y yo tener que llevarla. No le gusta la cara del doctor y mucho menos que la revise. Sin embargo, entiende cuando tiene que tomar medicina. Lo acepta. 
Los juguetes diseñados para niños captan poco su atención. Los descubre en tiempo record. Los deja a un lado y prefiere montar su carrito de juguete y que la paseen. Le gusta cuando tiene paseos en su coche. Sobre todo si es a parques o a centros comerciales. Le encanta los perros y las palomas. Le gusta seguirlos con la mirada. Hace intentos por acercarse. También observa de manera minuciosa las plantas. Aprendió a regarlas con un balde lleno de agua. Es su tercer momento divertido.
Le gusta sacarse las medias. Estar solo en pañal. Tirar todos los juguetes hacia atrás. Los peinados. Peinarse y peinarte. Si encuentra un gancho de su cabello, te indica que se lo coloques. Le dice “ñaña” a todos los que conoce. Le gusta que le canten canciones infantiles. Sobre todo la del elefante. Mas aun cuando tiene puesto un polo de elefante y baila señalándolo. Le gusta que en un juego tú hagas lo mismo que ella. Que le hagan cosquillas. El juego de salta. Que le hagan barra. Que la alienten. Su risa es graciosa. Contagiosa.
Nunca me ha dado problemas. Desde los dos meses duerme toda la noche. Siempre con su peluche favorito. Un perro que aun no le hemos puesto nombre. Lo anda a todos lados. No puede estar sin el. Sobre todo a la hora de dormir. Tampoco puede faltarle el chupón. Son sus dos complementos para una noche tranquila.

Ya sabe pedir algunas cosas. Sobre todo agua. Todo el día pide agua. Le encanta. Se refresca. Saca energía y sigue jugando. Cada día es mas difícil intentar, pese a que tiene rutinas, hacer que duerma temprano. Esta descubriendo el mundo.
Su fiesta de cumpleaños resultó un éxito. No paso lo que temíamos. No durmió en la fiesta. No se enojó. No estuvo de mal humor. Disfrutó tener cerca a personas que la quieren.  Disfruto las miradas en ella. El centro de atención. Disfruto un cumpleaños a su estilo. Con volumen moderado. Con sus juegos y canciones favoritas.
Madia es el resumen de mi vida. Mi cinco letras. Mi orgullo. Mi hija. Ha sacado lo mejor que puedo tener. La paciencia. El respeto. El cariño infinito. Me cautiva todos los días. Me induce a estar contenta a cada momento. Me desvanece cada vez que me llama ¡mamá! Mientras despierta o me busca por casa. Ella es la parte linda de la vida. La bebe preciosa. La decisión perfecta. La sonrisa completa. Mi setiembre por siempre.

sábado, agosto 25

Aunque tu no lo sepas

Desde que mi papá se fue, se me ha hecho difícil ver sus fotos. Leer las nueve cartas guardadas. Ir todos los domingos al cementerio. Comprar flores. Poner velas. Rezar por las noches.

Se me ha hecho difícil cada día del padre. Cada navidad. Cada feriado. Semana Santa. Día de Playa. Paseo en familia. Cada vez que miro a Madia. Cada vez que imagino su cariño por ella.

Se me ha hecho, muy difícil, hablar del tema en público. Controlarme cuando tomo. Cuando quiero llorar. Cuando hablan de él. Cuando mencionan su nombre. Cuando veo sus cosas.

Nunca será cómodo conversar con tu papá a través de una foto. De una luna. De una lápida. O buscarlo en el cielo. Pensar que es alguna estrella. Imaginar que está a tu lado. Tener fe que te cuida. Mirar videos y encontrarlo. Solo ahí. Eso es lo más cerca. Aceptarlo. Querer escucharlo. Buscar un abrazo. Un consejo. Imaginar que te diría en una situación.

Nunca va dejar de ser difícil. Nunca cuando se trate de él. Siempre lo voy a recordar. Nunca voy a poder dejar de hablar de él. De lo bueno que fe. El mejor papá. El mejor amigo. Siempre estará presente en cada situación. En cada momento. Siempre buscaré la forma de hablarle. Despacio. A lo lejos. Aunque duela.  Aunque quizá, el, no lo sepa.

jueves, febrero 16

Mira su facebook


Facebook. Recuerdo cuando me creé una cuenta en esta página social, que en aquel entonces no era tan conocida. Pocas personas tenían cuenta. Si tenían, no la usaban. Y si la usaban, no era de manera frecuente.
Cansada de páginas sociales donde las personas hablaban en castellano difuso, donde las palabras eran contagiosas y el poco buen gusto no existía, decidí dedicarme a mi nueva red social en donde por muchos meses fui feliz.

Con facebook, todo bien. Cada quien elige para que utilizarlo. Ahora con la tecnología es normal querer compartir mucho de tu vida con las personas que quieres y que no quieres. Es algo no tan fuera de lo común publicar estados, fotos y cosas relacionadas con el tema personal. Es típico esa afición por enseñarle a las personas las cosas que estás viviendo, para que la gente que te quiera se alegre y los que no, se jodan y rían de envía. Típico.

Pero, para muchos, facebook se ha vuelto un tema obsesivo. Un tema que ha causado dependencia y ansiedades. Un tema, por el cual muchos miden el cariño y el estado de las personas. Nos dejamos influenciar por lo que alguien puso, por cuanto escribe, por cuanto borra, etc.

-        -  Pero el no le escribe nada!
-        -  Lo borro de su muro
-        -  No tienen una relación
-        - Ya borro las fotos!!
-        -   Le pone cosas fingidas
-        - Ya no se escriben en muro hace tiempo, no se quieren.
-        - Viste? Solo ella publica cosas
-         -  Dios! Esa mujer no tiene nada que hacer que le llena el wall a su flaco.

Las ex, los afanes, las trampas o quien sea, miden el cariño de las personas atreves de cuantos comentarios, cuantas cosas lindas, cuantas fotos, etc. Si no hay fotos, no se quieren. Sino hay huellas, no es una buena relación.

En mi caso, me gusta hacer cosas, me gusta compartir con las personas que quiero, que me conocen y con algunas que no, las cosas que me suceden. Me gusta estar conectada con gente a la que no veo siempre pero se que va estar de alguna forma informada de las cosas que hago y así va ser productivo para nuestra amistad.
Me encanta publicar fotos de mi hija, de sus avances. Me gusta que mi mamá, desde lejos, las mire y se desmaye de amor por su nieta. Me gusta escribirle a mi chico de vez en cuando, cuando quiero, cuando me nazca. No para que sepan que lo amo, sino para que el sienta que estoy con el hasta en las cosas que no son importantes, como una página social. Con mis bromas, los comentarios pocos cariñosos, se que muchas veces le he alegrado el día.

Mujeres. Hombres. Facebook es una página de estados. De momentos. Es una página para compartir secuencias de la vida. Y la vida está llena de cambios. De sentimientos que pueden ir girando por un lado, por el otro. Hoy día contento, mañana triste.
Facebook es una página ambiciosa que consume a las personas vulnerables y bipolares. Personas con un cierto grado de inmadurez, capaces de medir los sentimientos de las personas por cuantos comentarios, cuantas fotos, cuantas cosas.

Es por eso que no debemos medir influenciados por tremenda página social. No debe ser el punto de partida para averiguar o para sacar conclusiones. De hecho tiene mucha influencia, porque es lo más cercano  y poderoso que tenemos. Pero no nos olvidemos que detrás de esa pantalla que uno está mirando la vida de esa persona esta cambiando, y sus estados de ánimo también.

sábado, enero 28

Los diez puntos actuales.




1.   Cuando me enteré que iba ser mamá, más que pensar en todas las cosas que cambiarían pensé en la oportunidad que la vida y Dios me estaban dando de poder ser feliz a pesar de perder a mi mejor amigo.
Pensé en Madia, que aun estaba dentro. Pensé en que ella era la valiente y valía la pena dejarla vivir, porque el mundo esta diseñado para personas como ellas y yo sé que mi hija va ser de mil formas grande.

2.    Cuando mi chico y yo hablamos sobre la estabilidad emocional que debíamos tener para poder ser papas, tomamos la decisión de aún no casarnos. Yo sentía que lo amaba intensamente y que en el momento que me enteré que sería mamá me enamore de el por segunda vez. Yo se que a él le paso lo mismo. El entendió que no teníamos tiempo para equivocarnos y dejó e hacerlo. Aprendió a ser un mejor chico y siguió siendo mi chico, el único al que yo quería tener.
Sin embargo eso no era suficiente. No queríamos así. Con condiciones. Con motivos de por medio. Queríamos que sea espontaneo. Que él me lo pida, o yo quizá, un día cualquiera. Comiendo pescado. Comiendo hamburguesa. Queremos, en verdad, que sea el día en que uno se sienta listo y preparado. No queriamos pasar tiempo juntos, queríamos pasarla bien juntos.

3.     Cuando planifiqué el día en que quería que Madia nazca, pensé en el número que más me gusta cerca a las fechas que el ginecólogo me dijo. Pensé en el 22 de Setiembre.
Madia no estuvo de acuerdo. Ella había luchado tanto por vivir y sostenerse que todo el merito se lo debía llevar solita. Así que decidió nacer el 18 de Setiembre. Día domingo en el que su papá estaba en Lima. En el que yo miraba una película cuando sentí los primeros dolores. Día en que a las 10.40 de la mañana la vi por primera vez descubriendo que ya tenía una nueva familia.

4.     Cuando decidimos quedarnos las dos primeras noches en la clínica fueron divertidas y en verdad una locura. Llamábamos todo el tiempo a la enfermera. No dejamos que Madia llore por nada. Yo dormía plácidamente porque estaba aun con dolores de la operación. Madia y su papá se conocieron de forma extraordinaria. El la paseo dos noches seguidas y yo estoy segura que ella, ahora con cuatro meses, se acuerda de eso y le agradece con risas exageradas cada vez que la besa.

5.    Cuando miraba a Madia por las noches dormir, se me rompía el corazón al saber que mi papá no pudo conocerla. Sé que la hubiese querido inmensamente, más que a mí. La miraba y lloraba extrañandolo todos los días. Aprendía a vivir sin el ser que más quería y que voy a querer para toda la vida. Mi mejor amigo, mi callejero, mi frentón, nunca dejará de ser difícil pero nunca voy a decepcionarlo. Siempre voy a actuar pensando en cómo él me diría que actué. El sabe que lo quiero con todo el corazón aunque aun no sea capaz de mirar sus fotos ni de arreglar su ropa, por pena, por una puta pena. El sabe que yo no soy de llorar en público, y pocas veces en  privado. El sabe que soy de esas personas que sabemos ponernos fuertes cuando muchos nos miran. El sabe que soy como él y que nunca voy a dejar de serlo porque es la única manera que voy a seguir sintiendo que él sigue conmigo. El gastó 20 años en formar lo que ahora soy y por eso tengo que hacerlo bien.

6.     Cuando Madia tuvo dos meses y sonrió por primera vez, entendí porque quizá Dios había hecho las cosas así. Entendí por primera vez que su mensaje fue generoso.
Entendí que el hecho que Madia llegará cuando perdí a mi papá, fue para sentir lo que mi papá desde lejos está sintiendo. Para, como mamá, saber lo que un padre haría por un hijo aunque físicamente no este. Así que si yo estuviera en su lugar, buscaría la forma de cuidar a Madia desde donde este. Me las ingeniaría. Sé que volvería a estar con ella, como se que el vuelve a estar conmigo, aunque no lo vea.

7.     Cuando mi chico y yo decidimos vivir juntos nos pareció divertida la idea. Dos meses nos volvimos buena pareja y buenos amigos.
El ha cambiado. El es un papá y una pareja espectacular. El hace todo lo que está a su alcance y en verdad estoy muy orgullosa de saber que ese chico es mi chico, el único que yo siempre voy  a querer para mi.

8.     Cuando pienso en todo el sacrificio que una mamá hace, me siento orgullosa de la mía. Mi mamá es un ser luchador al que curiosamente todo le suele salir bien. Una mujer divertida, joven que me ha enseñado ser mamá a los veinte años. Una mujer a la que no tengo nada que reprocharle, porque ahora que soy mamá, entendí que todas tenemos que hacer en algún momento un sacrificio, y que eso más recompensa. La amo y se que mi papá la eligió a ella por algo. Porque el hombre, indirectamente siempre elige. Y mi papá supo elegirla porque sabía que ella era perfecta.

9.     Cuando  pienso en todas las cosas que pasé con Madia en cuatro meses como las malas noches, los cambios de pañal en las madrugadas, los días sin sueño, los remplazos de maquillaje por sus cosas, el dejar de buscar ropa para uno y dedicarse toda la tarde en encontrar algo para ella, las canciones, los bailes, música clásica, llantos desenfrenados, pocos malestares, el dolor inmenso en el pezón, los senos, mi herida de la cesárea, los videos de doky, los cubre camas orinados, su primera sonrisa a los dos meses, sus caricias por las noches, su forma de dormir pegadita a mi, su respiro profundo, sus atoradas que me causaban un mini paro cardiaco, su risa descontrolada a los 4, sus manoteos, su psicina, sus juguetes, su coche… y podría seguir sin parar, resumiendo en que Madia ahora en verdad es mi vida. Yo vivo para ella y no solo porque ella me necesite si no porque yo con tan solo mirarla me doy cuenta que se lo merece, porque es una bebe valiente, con carácter, que sabe quedarse en silencio cuando estoy triste. Sabe hacer bulla cuando estoy alegre. Sabe decir mamá y sobre todo, sabe sonreírme por las noches cuando le digo hasta mañana, siendo la misma sonrisa la que me suelta cuando se levanta.

10.  Cuando pienso en mi hija, siento unas ganas inmensas de llorar porque nunca voy acabar de agradecerle el hecho que haya llegado a mi vida para hacerme tan feliz. Es una miniatura de 64 centímetros, con 7 kilos 200 gramos, pero esa miniatura puede desenfrenar emociones gigantes con tan solo mirarnos a su papá y a mí.

Madia me ha cambiado la vida. Madia es un ángel y cuando pienso en ella, realmente soy jodidamente feliz.