Han pasado cuatro meses y desde aquel entonces simplemente supe
que mi bebe, mi pequeña Madia, era un milagro. Ella tenía que nacer, porque
tenía que nacer. Ella era valiente. Ella supo cuidarse sola. No necesito que yo
me cuidase por ella. Ella sobrevivió los cuatros meses sin necesidad que este
postrada en una cama o manteniendo cuidados excesivos. Todo lo contrario. El
tiempo que no supe que estaba embarazada caminé en Madrid como nunca.
Ella me acompañaba despacito, en silencio, por todas esas andadas en esa ciudad
que tanto me gusta. Ella me acompaño a mi primer día de trabajo, al cual no
regresé jamás, porque subir tantas escaleras para vender líneas telefónicas no
lo había hecho en mi vida. Me dejó exhausta así que me rendí. Mamá me dijo que
tirara la toalla y me dedicara a conocer.
Y así fue. No guardaba reposo. Caminaba a lo exagerado.
Y así fue. No guardaba reposo. Caminaba a lo exagerado.
Cuando llegaba Pol a visitarme, mi primo, tonábamos algo de
cervezas junto a su esposa y mi hermana. Pasábamos noches divertidas contando,
llorando y cantando. A veces visitamos una que otra discoteca, para romper la
rutina y costumbre.
Madia estaba ahí. Escuchando la voz de mamá. Y yo sin saberlo,
llevaba cada latido de su corazón.
El siete de abril, recibí la peor noticia de mi vida. Recibí el
peor impacto. Entre en crisis nerviosa. Nunca tuve tanto miedo en mi vida.
Había perdido lo más valioso que pude considerar que hasta ese momento, junto
con mi mamá y familia, tenía.
Esos momentos fueron indescriptibles. Ese dolor no lo había
sentido jamás. Sentía que mi cuerpo se carcomía. Que yo me desvanecía. Ya no
encontraba sentido a gran parte de mi vida, por el hecho no saber qué hacer con
ella. Papá siempre estuvo ahí, conmigo, como un magnifico héroe, guiándome
hasta en cada medio paso que daba. No sabía conducirme sola. Tenía muchas cosas
en la cabeza. Estaba hecha, literalmente, mierda.
Pese a todos esos desarreglos, a esas impresiones, a esos momentos duros, Madia estuvo siempre ahí conmigo. Estuvo conmigo en los momentos que me sentí más sola que nunca. Cuando compre a tass, mi perro. Cuando me iba de escapada a la playa en la noche, a escuchar música y querer encontrar algo que me haga sentir mejor. Ella estuvo en todo momento y eso es algo que siempre le voy a estar agradecida. Y a Dios, que para mis cálculos, solo el pudo cuidarla tanto.
Pese a todos esos desarreglos, a esas impresiones, a esos momentos duros, Madia estuvo siempre ahí conmigo. Estuvo conmigo en los momentos que me sentí más sola que nunca. Cuando compre a tass, mi perro. Cuando me iba de escapada a la playa en la noche, a escuchar música y querer encontrar algo que me haga sentir mejor. Ella estuvo en todo momento y eso es algo que siempre le voy a estar agradecida. Y a Dios, que para mis cálculos, solo el pudo cuidarla tanto.