martes, noviembre 3

Memorias Discretas.

La chica del nombre extraño. Las malas influencias. Las mentiras. La llamada que justificaba una ausencia en una excusa pobre, triste. Las despedidas sin besos.  Yo, sola, en algún lado del teléfono. La chica del nombre de puta. Las publicaciones de Facebook. Los eternos malos ratos. La ansiedad. Las cervezas. La muerte de mi papá.  Las muertes.

Días como hoy, siendo difíciles, entiendo que  a veces el amor no es elocuente. Se camufla, en diferentes sentimientos. Un día intenso y al otro día nada. Y vagamente piensas que esos cambios constantes, son la base de un amor “maduro” que pronto alcanzará estabilidad.

Pura mierda. Eso es mentira. Lo que no es amor al comienzo, es muy improbable (aunque no imposible) que lo sea al final. Y para mí, hoy en día, amor es esa fiel compañía en los momentos malos, más que en los buenos. Y hasta eso, no lo he tenido. La única persona a la que he delirado amar por siete años, sin intención alguna, sin malicia, ha dado la espalda de su cuerpo escultural al mío. Y a veces, maldita memoria, tú tienes la culpa. Maldita memoria, no seas tan discreta. Te necesito lucida. Si, lucida. Para recordar, todos los días de mi vida que días como hoy, han sido pan de cada día y que son situación que no deben volver  a repetirse nunca, señores, nunca más.

No sé qué es más alarmante, las situaciones que se repiten en mi memoria o que la maldita me las haga olvidar con mucha discrecionalidad. Pero para eso, para esas fallas sentimentales de la memoria, está el blog. Bendito blog, capaz de guardar emociones reales. Emociones que a pesar que se escriben, siguen siendo discretas. 

domingo, enero 18

Prioridades

El drama termino caducando. Era sólo una forma de llamar su atención. Esos enojos. Arranques extraños. Era una manera de expresarle alguna persona que algo no estaba bien.

Pero la mente de aquella persona, sólo estaba dirigida a otro tipo de situaciones. Así que ni con el bullicio de lo dramático ni con el silencio espantoso, se podía lograr algo.

Cuando algo ya no existe más, debería ser menos complicado sí escucháramos las palabras claves. Como esas que solía decir mi padre. No sólo escucharlas. Entenderlas y verdaderamente desearlas.

Yo, egoístamente yo, esta ves deseo una estabilidad y paz infinita para mi. Para mi pequeñita. Deseo estar siempre juntó a ella y lo que venga, pues será secundario. En la vida las prioridades son las que nos conmueven las entrañas. Y ella para mi, es la prioridad libre. La que no me amarra a nada.