La
chica del nombre extraño. Las malas influencias. Las mentiras. La llamada que
justificaba una ausencia en una excusa pobre, triste. Las despedidas sin
besos. Yo, sola, en algún lado del teléfono.
La chica del nombre de puta. Las publicaciones de Facebook. Los eternos malos
ratos. La ansiedad. Las cervezas. La muerte de mi papá. Las muertes.
Días
como hoy, siendo difíciles, entiendo que a veces el amor no es elocuente. Se camufla,
en diferentes sentimientos. Un día intenso y al otro día nada. Y vagamente
piensas que esos cambios constantes, son la base de un amor “maduro” que pronto
alcanzará estabilidad.
Pura
mierda. Eso es mentira. Lo que no es amor al comienzo, es muy improbable
(aunque no imposible) que lo sea al final. Y para mí, hoy en día, amor es esa
fiel compañía en los momentos malos, más que en los buenos. Y hasta eso, no lo
he tenido. La única persona a la que he delirado amar por siete años, sin intención
alguna, sin malicia, ha dado la espalda de su cuerpo escultural al mío. Y a
veces, maldita memoria, tú tienes la culpa. Maldita memoria, no seas tan
discreta. Te necesito lucida. Si, lucida. Para recordar, todos los días de mi
vida que días como hoy, han sido pan de cada día y que son situación que no
deben volver a repetirse nunca, señores,
nunca más.
No
sé qué es más alarmante, las situaciones que se repiten en mi memoria o que la
maldita me las haga olvidar con mucha discrecionalidad. Pero para eso, para
esas fallas sentimentales de la memoria, está el blog. Bendito blog, capaz de
guardar emociones reales. Emociones que a pesar que se escriben, siguen siendo
discretas.
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