jueves, diciembre 9

El regalo del divorcio.

Tenía casi 15 cuando comenzó todo. Y eran gritos, llamadas, caras tristes, caras enojadas. Eran puteadas en voz alta. Putedas en voz baja. Sarcasmo a porcentaje total, una echada de culpa maldita. Un olvido increíble de las cosas, hasta de mi.Algo lo arruinó y ya nadie quería arreglarlo, se jodió como suelen joderse la mayoría de cosas, cada una con su propio estilo. Fue el peor momento, el peor.

Así fue como mis papas decidieron separarse. Duró poco en tomar la decisión pero fue difícil, para los dos, aceptar lo que ellos en su madurez tardía planearon. Pero nadie dio un paso atrás, cada uno firme, sin reproches, con frente en alto, con el corazón por los pies.

Al cabo de un tiempo, se divorciaron, a lo legal. Yo era lo único que los unía. Sabía que estarían juntos por siempre por mí, separados pero juntos de alguna manera sutil, indirecta, calladita. No había forma que uno deje de saber del otro. Así que sin ser amigos ya, al menos fingieron serlo.

Luego de unos años papá encontró a un ser en quien depositar todo ese amor guardado, arrinconado. Encontró a una mujer a la que yo nunca miré mal y siempre en mi poca madurez acepté. Porque si de algo estaba segura era que él no se podía quedar todo el tiempo solo, tenía derecho a encontrar a alguien y ser feliz. Alguien con quien envejecer y con quien hablar las tonterías que habla. Alguien que lo entienda, que lo quiera pero lógicamente no más que yo. Era consciente que en cualquier momento yo iba a encontrar a un aliado incondicional, un cómplice genial con el que viviría una locura y papá no podía quedar con las manos vacías. Por más amor que yo le brindara, el cariño a veces de alguien es incondicional.

A mamá le deseaba lo mismo. Con ella no he tenido la tenido la suerte de compartir todas las cosas que me han venido sucediendo por la puta distancia, ella en España y yo acá. Sin embargo su presencia era sutil, suavecita, la sentía. Ella es una mujer preciosa, radiante, con una energía única. Positiva y creyente de las cábalas a morir. Juerguera, como ella sola.

Sin embargo, ella nunca me contaba nada. Todo lo averigüé cuando fui a pasar unas cortas vacaciones a España. Me enteré que un señor muy mayor la pretendía, quería estar con ella y quererla como a ninguna otra mujer. Era medico, tenía mucho dinero pero era viejo. Mamá me lo presento y luego salimos a tomar un café, junto con mi hermana. Un viejo guapo, con el que me divertía conversando y escuchando sus historias de amor frustradas. Me contaba que sabía que mamá no lo haría caso, que era mucho más joven pero sin embargo si no podía estar con ella de esa manera trataría de ser su amigo sincero y para siempre. Mamá siempre decía que ella no quería saber más de hombres, que estaba trabajando, que era feliz así, que tenía un nieto y que con eso era ya más que suficiente. No quería ningún otro tipo de emoción en su vida, no más de la que ya tenía. Y así regrese a Perú, con la idea que quizá mamá estaba más dolida que nunca y que iba ser complicado que alguien pueda conquistarla, comenzando por dominar el carácter fuerte que yo heredé.

Pero las cosas llegan solas y en el momento preciso. Las cosas llegan despacito, como queriendo y no queriendo. Como si te soplara alguien el rostro. Como un cosquilleo intenso en el estomago. Las cosas, solo llegan. Mamá regreso a Perú luego de un año. Oh sorpresa, no vino sola. Llegó con su novio. Si, su novio. El novio que por primera ves en tanto tiempo he conocido y sabía que para que venga con el y lo presente ante todos debía ser un hombre espectacular.

Y lo es. Un hombre guapo y divertido. Un hombre que la quiere y se nota cuando habla, cuando la mira, cuando la coge de la cintura, cuando le hace muecas, cuando la remeda. Cuando me dice que por ella todo, yo le creo. Siempre he tenido buen ojo para las personas, es una cosa media extraña, media vidente pero siento la mala vibra de muchos pero de este sujeto todo me pareció bien. Mas un cuando él quiere a Mathias, mi sobrino, un poco menos que yo (porque nadie lo podría querer como yo).

De todas las noticias del año, esta llego en el mejor momento. Para abrir nuevas ideas y para demostrarnos que todo llega, el cómplice perfecto esta donde menos te lo imaginas y llega en el momento que menos lo esperas.

domingo, diciembre 5

Lo que duró.

Y estábamos juntos por siempre. Me encargaba de susurrarle cada cosa, despacito. A veces no me escuchaba. A veces me mentía. A veces me mentía más. Pocas veces decía la verdad. Era complicado. Éramos felices. Seguíamos juntos y no sabíamos porque. Siempre había espacio en nuestro cuerpo para arrumar un recuerdito, el más chiquito. Siempre estaba ahí, conmigo por siempre. Y no caminábamos juntos pero estábamos juntos. Y lo extrañaba todos los días por las tardes. Esperaba siempre las diez. Lo extrañaba todas las noches. Lloraba no todas las noches. Estábamos juntos. No hacíamos cosas juntos. Sabía que yo estaría por siempre. Yo sabía que el no estaría ahí por siempre.

Y se empapó. Se jodio. Traición. Se llevaron el mejor de mis recuerdos. Me quede sin nada, con las manos vacías. Asumí el riesgo y moría por recuperar un poquito de todo lo que ya se había se había manchado. Como sabanas, de esas manchas que ya no salen jamás. Las cosas se perdonan, se pasan, pero no se olvidan. No funcionó, ya era tarde para tener prisa. No llegue a tiempo. Se llevaron el mejor de los recuerdos.

Y así escribimos todos, los dos, nuestra historia. Que poco rato duró la vida eterna y las promesas incondicionales también. La vida avanzó, como las cosas que no tienen mucho sentido. Tu sin mi y yo sin nada.

Sospecho que se acerca el día que cuente la historia por última vez.