miércoles, agosto 24

Viva la vida

One minute I held the key
Next the walls were closed on me
And I discovered that my castles stand
Upon pillars of salt and pillars of sand..

De pronto ya no vemos Jaime Bayly los domingos por las noches. No aplaudo su parecido con tal sarcástico personaje. Ya no lo veo esperándome a la salida de la universidad, diciéndome que los taxis son peligrosos, que mejor nos vamos juntos a casa. Ya no le doy palmadas en su frente. Ya no nos levanta temprano en las reuniones grupales de estudio. No grita nuestros nombres. No prepara sopas embolsadas. No se queja de sus alumnos. No veo niños llegando a casa para ser examinados por su médico favorito.

No vamos al cine. No veo que se duerma en las películas. No le grito a la oreja frentón. No peleamos por mis salidas. Por mis juergas. Por mis estados críticos en alcohol.

No me llama la atención. No se enoja. No está ahí para desmoronarme en llanto cuando algo pasaba. No está, el ya no está.

Me levanto. Busco mi billetera. Encuentro nuestra foto. El 42 y yo tres años. Papá e hija felices en verano. En una piscina. Lucimos contentos. El orgulloso. Yo sin miedo al agua cogiéndome de su brazo. No aparentamos, desde siempre fuimos buenos amigos.

Miro la fecha. Van muchos meses. Muchos meses sin contacto alguno. Pienso que es imposible. Cada día es más duro. Más cierto. Más real.

Entro en pánico.

Me doy cuenta que la vida se ha vuelto aburrida. Se ha vuelto diferente. Sin ese sabor a tener cosas que realmente quieres. No lo toleras. Me siento cansada. Tengo anemia. Grito todo el tiempo. Me mal humoro. Tengo hambre. Como. No puedo tomar. Estoy de luto. Luto puto. Puto luto. Como me jode tener que pasar por eso que todos llaman luto. No se aguanta. Me duelen las entrañas. El corazón. Mi mejor amigo. No me lo explico. Explota la cabeza. Me echo a dormir.

Sin embargo - El milagroso sin embargo. Nunca pensé que esa palabra común me salvara la vida – Sin embargo descubro a un ser alimentándose de mi. Absorbiendo todo lo que hay en mi cuerpo. Un ser luchador. Valiente. Con ganas de crecer. De vivir. El único ser que no se ha desvanecido. El único ser que lleva parte de mi cuerpo. El único ser al que le estoy dando el derecho que se merece. El de vivir.

Me asombro. Solamente Dios podría mover las piezas de esta forma tan exacta. Solo Dios pudo regalármela ahora. Solo el pudo hacer que pese a perder lo más valioso del mundo, mi papá, me levante cada mañana sintiendo sus movimientos. Y yo, y yo solo me derrito imaginándomela. Tan pequeña. Tan luchadora. Como papá. Como mi papá.

En todo lo complicado, ella sobre sale. Ella hace frente. A su manera, sabe decirme que quiere vivir. Con su corto lenguaje me envuelve. Me responde. Me grita con piruetas fetales que viva la vida.

martes, agosto 16

"Atención Preferencial"

Los seres humanos no tomamos conciencia de las situaciones, incluso cotidianas, hasta que nos vemos involucrados en ellas. Aun existiendo refranes que nos sugieren ponernos en el pellejo de otros, optamos por taparnos los ojos. Qué más da. No es nuestro problema. Que se jodan. Normal, es parte de nuestra naturaleza.

Me incluyo. Muchas veces he dejado de prestar atención a temas que no han ido relacionados directamente conmigo. Pero hoy, me veo involucrada en uno. En un tema que siempre me encontré ausente porque no formaba parte de aquella lista. Lista que se llama “personas con atención preferencial”.

Como estoy embarazada y mi barriga es un poco espaciosa en forma de “tendré un bebe hombre”, pero será mujer, formo parte de aquellas personas que en los lugares públicos deben tener atención especializada. Una atención preferente. Una atención preferencial. Supongo que consideraron a las mujeres embarazadas porque es de conocimiento de todos que los pies estallan, la espalda duele y las valientes que salen hacer colas sufren. Como sufren los ancianos o mamás con bebes en brazos. Incluso los discapacitados. Entonces, merecemos dignamente que se nos atienda más rápido, porque a diferencia del resto de personas, cargamos con cosas adicionales que no nos permiten darnos el lujo de estar tanto tiempo parados.

Yo desde hace cuatro meses aprendí a ser responsable de algunos pagos de recibos, entre otras cosas. Mi papá está ausente físicamente. Debo cumplir con su rol. Ir a pagar puntualmente recibos de servicios que tengo. Yo encantada. Tengo atención preferencial. Será rápido. Ellos entienden que pese a los malestares generales que llevo, tengo que cumplir con mi misión. Por eso, serán cordiales y harán que todo sea más rápido.

Un carajo. Un carajo les importa.

Llego al banco. Busco la ventanilla de atención preferencial. Hay una cola de maso menos 15 personas. La gran mayoría son adulto mayor. Solo hay seis bancas para sentarse. Pongo cara de hambre. Espero.

Me doy cuenta que un señor se retira de la cola. Obviamente porque no avanza ni un carajo. Se va a la otra cola. La de personas normales. Son como 40. Sin embargo, avanza más rápido. En cuestión de 15 minutos lo atienden. Me sorprendo. Me duelen los pies.

No entiendo porque. Comienzo a investigar. Miro el número de ventanillas. Son 35. Solo una de esas 35 es para atender a las personas que necesitan atención más rápida. De manera preferente.

Preferente un carajo. Como de 35 ventanillas solo una va estar dirigida a ese público “preferente”. Me mal humoro. Veo a las personas que están delante y atrás mío quejarse en silencio. Todos son adultos mayores. Algunos muy viejitos. Otros con fracturas en los pies.

Considerando que cuando llegamos a ser mayores o muy mayores, nos volvemos mas lentos, entonces deberían a ver mínimo dos ventanillas que atiendan. No es posible que a todas esas personas las dejen paradas esperando. Es mas, esperan más que en ventanilla normal.

Busco al gerente. Le impongo mi queja. Dice que lo arreglara. Que tengo razón. Sin embargo, miente. Le importa un pepino. Su mamá no está en esa fila. Ni su familiar. Ni su jefe. Entonces, todo sigue marchando igual.

Puteo en voz alta. Insisto. Abren otra ventanilla. Los que tenemos atención preferente nos alegramos. Me voy jodidamente contenta.

Aquel Banco, es el Banco BCP de Trujillo. En su central. Es un caos. Creo que tendré que pagar para que me vayan hacer colas. Porque ni siquiera yo, contando con una atención supuestamente preferente, logro satisfacer esa necesidad rápida por hacer las cosas. Y rápida porque mi cuerpo se queja, no se da el lujo, de estar mucho tiempo de pie.

Voy a telefónica. Hay una sola señorita atendiendo a las personas para darle un ticket. Tiene las uñas pintadas y una voz de señora amargada. Me acerco a preguntarle si hay algún trato especial o un poco más rápido a personas que se le hinchan los pies. Los que están en la cola se ríen. Me pregunta que quiero, me da un ticket.

Se acerca un señor mayor. Le hace su consulta. Luego otro. Y otro.

Las personas se quejan. Dicen que avancen con la gente que tiene pies normales. Yo me quejo en voz alta. Es un abuso. Debería haber una ventanilla exclusiva para las personas embarazadas, con niños, adultos mayores, discapacitados. Y otra para las personas normales, en sentido figurado.

El sistema es una mierda. Nunca me había percatado de ese asunto de atención preferente. Lo dibujan y pintan como el mejor servicio de atención a personas que lo necesitan, con un trato exclusivo y rápido. Aun existiendo una ley de por medio que envuelve la buena atención a dichas personas, les importa un carajo. Aplausos. No son sus mamás, ni sus hermanas, ni sus abuelas las personas de aquellos individuos que no regularizan el problema.

Ellos solo se ajustan a las circunstancias. Como existe una ley. Intentan cumplirla. Como puedan. Sin verse afectados. No les importa si esas personas son bien o mal atendidas. Ahí esta su ventanilla. Asi sean 100 personas. Que se jodan. Que esperen y que se atiendan. Ellos ya cumplieron. Cumplieron con su atención “preferencial.”

domingo, agosto 7

El año del conejo.

Dicen que este año va ser coronado como el año del conejo. Muchas chicas, generalmente jóvenes y muy jóvenes, salen embarazadas. Muchas inconscientes, según la sociedad peruana. Es una catástrofe, según las señoras cucufatas. Demasiada irresponsabilidad y falta de tema sexual, según las feministas. Horror social, según las ex enamoradas de los chicos que serán padres.

Yo soy una de las involucradas. Tengo 20 años. Voy a ser mamá. Tengo 7 meses y algo de embarazo. Mi hija se va llamar Madia. Me cago de miedo. Amo a mi chico.

En eso se resume mi vida. No lo puedo negar, soy realmente feliz.

No me importan las nauseas. El dolor de espalda. La acidez. El hinchazón de los pies. El cansancio. La pesadez estomacal. Los antojos. Subir de peso. Tener sueño la mayor parte del día. Odiarme. Sentirme ancha. Sentirme gorda. Sentirme una ballena. No me importa.

No me importa tener miedo. No saber nada acerca de bebes (se que ni a los 30 lo iba a saber). No me importa no haber disfrutado de una juventud plena en alcohol ni en fiestas. No me importan los tragos. Las salidas nocturnas. Los yo nunca. Los mojitos. El tequila. La cerveza.

No me importa que otros se asombren y que no lo entiendan. No me importa que piensen que es importante que me case. Que vivamos juntos. Que seamos una familia forzada. Que el amor equivale a papeles. A conflictos. A ser viejos. No me importa.

No importa que no sepan que la idea más cojonuda es saber que si bien eres joven para tener una hija, serás joven para acompañarla en la vida. Podrás disfrutar. Salir. Divertirte. Entenderla. Podrás hacer lo que te hubiese gustado que hagan contigo. O en mi caso, hacerlo similar. Yo tuve un papá genial. Tengo una mamá joven con la que puedo contar. Guapa. Divertida. Parece mi hermana.

No importa que no sepan que es increíble saber que vas a convertirte en el súper héroe de una preciosa. No importa que tener que jugar de nuevo con muñecas. No me importa tener que ser cursi. No me importa tener que ser niña. En verdad, no importa.

No me importa que digan que es el año del conejo. Que tener hijos está de moda. Que las personas que hacemos frente somos irresponsables. No me importa que piensen que lo haremos mal. No me importa, porque sé que realmente será genial.

Cuando la siento conmigo y me la imagino tan pequeña se me ablanda el corazón y a la vez se me destroza la espalda por el peso que llevo encima. Sin embargo, cada molestia, dolor, bochorno vale la pena vivirlo por ella. Porque ella no equivale a un momento, ella equivale a por siempre. Y eso, es lo único que importa.

Concluyo, que este año no le debo agradecer a la cigüeña sino al conejo. Y eso, dentro de todo, quizá también deba importar.